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Autores y temas en danza

lunes, 29 de octubre de 2007

Mi última cita (6)

por El Libanés

6 – La chica de los colores
Llegué media hora antes, perfumado y bien vestido, con mi gorrito marrón, como si viviese en Toronto. Y nevara. Y Selene fuese una de esas mujeres grandotas, de caderas generosas. El gorrito hace a la imagen del escritor. Todos los “jóvenes escritores” tienen su gorrito de lana; el mío, además de protegerme la pelada, es de lo más pintoresco. Salí a caminar por Toronto. Por Toronto no, por Recoleta, y llegué media hora antes a la cita. Las manos me transpiraban y el frío se burlaba de mi gorrito marrón. Entonces pensé que lo mejor era dar una vuelta y de paso buscar algún bar agradable donde llevar a Selene. Recoleta es un fiasco. Ningún bar que valga la pena. Mucho glamour, mucha chica ofreciendo entrar a lugares que retumban de música chill out.
A las nueve en punto, otra vez frente a la vidriera de la librería Cúspide, llamé al celular de Selene. “Hola, ¿dónde estás?”. “En la esquina del Mac Donalds –dijo- soy la chica que lleva un montón de colores”. Por un instante imaginé un payaso gigante, una mujer desnuda debajo de un traje de payaso. Pero enseguida apareció Selene con su pantalón verde, su pullover rojo, su blusa amarilla y sus zapatos negros. Lo primero que hubiese dicho cualquiera de mis amigas: “se viste mal”. Lo primero que hubiese dicho cualquiera de mis amigos: “no es linda, andate”. Pero el escritor me guiñó el ojo desde la vidriera, detrás de los dos chanchos que cogen en el pastito, y me dijo “un intercambio cultural no se le niega a nadie”. Aunque discutible, la idea del escritor terminó por imponerse, y la sonrisa de Selene me calmó. Ni linda ni fea, una boca atractiva, ojos marrones, azucarados; aunque debajo de tanta ropa de tan variados colores y estilos no se podía distinguir ni una sola forma femenina. ¿Podría estar con una mujer así? Un beso en la mejilla. Simpatía, buena onda, aunque algo distante. ¿Qué habrá pensado ella de mí en ese momento? ¿Le habré parecido atractivo?
Empezamos a caminar sin rumbo, por la calle que bordea el Cementerio, hacia Pueyrredón. La incomodidad de dos cuerpos no demasiado cerca ni tampoco demasiado lejos. “No esperes que elija ningún lugar”, dijo Selene sin sonreír. Y no dijo más nada. La simpatía telefónica había sido estrangulada por la tensión del momento. Es sólo tensión, cierto nerviosismo. Y entonces se me ocurrió ir a un restaurante chino atendido por la mujer más adorable del planeta. Un nombre con muchas “u”: Uilun, o algo así. “Podemos ir a Los Cinco Corderos, hacen un pollo frito al limón que es una obra de arte”. “No como frito, pero me parece bien”, dijo y sonrió. Había encontrado el lugar para Selene, el lugar donde Selene y yo nos sentiríamos cómodos y podríamos relajarnos hasta el punto la perfecta comunión. Siempre y cuando encontráramos verduras al vapor, porque ella tampoco comía carne ni pollo ni pescado. Cuando me preguntó con quién había ido a ese restaurante, dije “con amigos”, aunque debería haber dicho “con mi ex novia”. Pero claro, el escritor ya había hecho el duelo de las palabras con su ex, dedicándole una o más historias, y yo, animalito de análisis, había hecho, o al menos eso creía, el duelo espiritual con la mía. Pero cuando las personas parecen haberse ido, siempre nos esperan los fantasmas.

3 comentarios:

marina dijo...

ahora quiero la 7!!!

Anónimo dijo...

¡que lío es que primero venga la palabra escrita, después la voz y recién después la imagen!
sí, sí,la 7 por favor!

Anónimo dijo...

Este relato ha sido lo mejor de este blog. no se si quiero el 7 pronto por miedo a que se termine!!!