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Autores y temas en danza

miércoles, 15 de agosto de 2007

Los frasquitos


por Elemental


Una vez conocí a una chica que se cogía escritores. La cosa es así: parece que la chica, cuando se cruzaba un escritor -ponele en una fiesta, o en una clase de taller literario, o en una lectura de Alejandría, o en un evento del Quinteto de la Muerte-, le bajaba la caña. Y fijate que digo que ella le baja la caña al escritor de turno, porque, como te digo, se los cogía. Primero les hacía caritas, miraditas cómplices, les decía que estaba fascinada por lo que ellos escribían, y ellos, todos, absolutamente todos, caían en ella. O, para el caso, ella caía sobre ellos. Porque, como te decía, ella se los cogía. Primero los mamaba con una sapienza que ni consiguieron los ingenieros que diseñaron la Ultracomb. Después los montaba, ellos sentados o acostados -lo mismo daba-, decidida, amazónica, y los aferraba del cuello, y les decía gritá, les gritaba gritá. Y siempre, cuando ellos estaban por acabar, ella desensillaba y volvía a mamarlos. Los más caballeros le advertían que se avecinaba el géiser, la mayoría ni eso, aunque a ella, la chica que se cogía escritores, eso parecía no importarle. Continuaba succionando, ellos largaban un grito ahogado, y recién ahí ella se separaba, cachetes hinchados, cachetes enrojecidos, boca cerrada, bien apretada, y hacía una seña de que iba al baño. Y se encerraba en el baño.

Supongo que la leyenda nació ahí, en ese detalle. Porque ya habían existido chicas que se cogían a escritores, o promesas de escritores, o restos de escritores. Conocí a una que hasta le había dado a ese de la remera: lo interceptó a la salida de Alejandría, le elogió una novela -para lo que tuvo que utilizar sus mejores dotes histriónicas-, y de ahí a la catrera de un telo del Once. Siempre existieron chicas que se cogieron escritores, groupies de tipos con el cuerpo decadente, fanáticas del egocentrismo extremo, casi te diría zoofílicas, en algunos casos. Pero en este caso, te digo, era especial. Por lo de la leyenda.

Parece ser que un escritor le dijo a otro que se había acostado con la chica que se cogía a los escritores -nótese que dijo que se había acostado, no que ella se lo había cogido a él-, y ahí el otro escritor soltó un yo también que mezclaba asombro con resquicios de competencia viril. Y resultó que en aquella reunión -se sabe: los escritores tienden a agruparse, a salir en manada, pues se sienten distintos de los demás, cuando en verdad sólo son incomprendidos- todos los escritores se habían acostado con la chica que se cogía escritores. Y, anécdota va, anécdota viene, descubrieron con asombro que la metodología de la chica que se cogía escritores había sido siempre la misma, casi un cálculo matemático para arrancarles su esperma.
-¿Pero para qué la sigue chupando si después se va al baño a escupir? -preguntó uno, que poco tiempo atrás había escrito una novela sobre platos voladores que había conseguido vender catorce ejemplares (40% más que su obra anterior).
-¿Y si no es para escupir? -preguntó otro, autor de novelas policiales donde el asesino era, siempre, el mayordomo.
Y fue ésa pregunta la que desató la leyenda.

De acuerdo a lo que pudieron deducir, la chica que se cogía escritores se llevaba el semen al baño y lo guardaba en alguna parte. Otro detalle que descubrieron, asombrados, era que nunca volvía a acostarse con el mismo escritor. Era como si, supusieron, ella se dedicase a coleccionar el semen de escritores. La pregunta, entonces, era dónde. Un escritor dijo:
-La llevé a casa, y cuando ella se fue me mandé al baño para mear y descubrí que me faltaba un frasquito donde guardaba mis hisopos.
Más allá de esta confesión extemporánea acerca de los hisopos, todos los escritores coincidieron, en aquella fiesta -y pronto en toda la ciudad de Buenos Aires- que la chica que se cogía escritores los mamaba al final para extraerles el semen y luego guardarlo, a escondidas, en el baño.
La pregunta, entonces, era para qué deseaba la chica que se cogía escritores coleccionar los frasquitos con semen de narradores de diverso calibre. Dadas sus vocaciones, derivaron a una conclusión casi obvia: para escribir.
Lo que deseaba la chica que se cogía escritores era escribir utilizando el semen de los escritores como si fuera tinta.
-¡Claro! -gritó uno de los escritores mientras se golpeaba la cabeza-. Ella me dijo que iba a escribir la mejor novela escrita en la Argentina.
-Bueno, en un país de notorios cuentistas plantearse la mejor novela no es un desafío tan grande -dijo un escritor que cada vez que veía una foto de Borges lloraba.
-Eso no importa, lo que importa es que ya sabemos lo que deseaba la chica que se cogía a los escritores -gritó otro.
El resto de la noche, se olvidaron del asunto. Claro que luego la noticia recorrería la ciudad.

Esto no me lo contó nadie. Esto lo sé. Y te lo cuento a vos, pero no se lo digas a nadie.
Cuando me encaró la chica que se cogía escritores, al terminar una de mis clases de taller literario, le pregunté por qué nunca se había acostado conmigo, hasta entonces.
-Porque no te iba a coger -me dijo la chica que se cogía escritores-, porque escribís mal. Pero bueno, ahora todos los escritores están alertas de lo que hago, y el único con desesperación suficiente sólo puede ser alguien con baja autoestima.
Acepté, claro.
Fuimos a su casa. Me mamó, me cabalgó, volvió a mamarme y, como yo ya estaba al tanto del asunto, en vez de mandarse para el baño fue para la cocina. Escupió el semen en un frasquito y lanzó un grito de júbilo.
-¡Con éste ya está, ya puedo escribir mi novela!
En pelotas como estaba, fui hasta la cocina. La chica que se cogía escritores había abierto el freezer, y en él descubrí cientos, miles de frasquitos acumulados. Quizás el problema de que haya tan pocos lectores es que hay demasiados escritores, pensé al ver el testimonio seminal de la mayoría de ellos.
La chica que se cogía escritores sacó los frasquitos, los abrazó y comenzó a caminar hacia el living.
-¿Y de qué va a tratar tu novela? -le pregunté.
-Eso lo van a decir ellos -hizo tintinear los frasquitos con semen.
Los apoyó en una mesa ratona, fue primero en busca de una resma y luego de una pluma.
-¿Puedo ver cómo empezás tu obra maestra? -pregunté.
-La mejor novela que se haya escrito en este país -dijo ella, henchida de orgullo.
Se recostó sobre el piso, desnuda. Ver su culo -porque tenía un buen culo, hay que reconocerle a la chica que se cogía escritores- me produjo una nueva erección, pero me mantuve quieto, expectante. Acomodó los frasquitos a su alrededor, mojó la pluma en uno de ellos, y empezó a escribir.
Poco.
Se frenó.
Mojó la pluma en otro frasquito, nerviosa, y volvió a intentarlo. Nada. La pluma en otro frasquito, idéntico resultado. Me miró, boquiabierta. En sus labios había un horror desmesurado, el de quien comprende que su mayor sueño en la vida es simplemente imposible.
Acababa de descubrir que, sobre el papel blanco, el semen ajeno no se ve.

19 comentarios:

giselisima dijo...

Muy bueno, yo pense que se queria inseminar asi tener un hijo escritor...se ve que no ando bien ultimamene, ja
salut

WIB dijo...

me gusta alguien que se cije escritores, esta bien eso de elegir la profesion...en ulta nstacnica peor es elegir a los operadores bursatiles...

Anónimo dijo...

Muy bueno el cuento, yo también pensé que quería procrear algún hijo prodigio...

También ando mal, como giselisima.

En fin, felicitaciones para Ud.

Guille.

Anónimo dijo...

Ahhh!(suspiro)

Anónimo dijo...

y vos cuántos ejemplares vendiste de tu novela, 26?

Elemental dijo...

Octavio,

no me tengas tan poca fe, que vendí 32.

Anónimo dijo...

buen cuento, elemental, me gustò.-

Mascaró dijo...

Un elogio indirecto: los has escrito mejores. Parece que no funcionás por encargo.
Es cierto lo que señalan antes, que apunta en otra dirección, lo que por fin le da un final inesperado, pero forzado.
Pero bien escrito, como es ya costumbre en vos. Siempre es un gusto leerte.

Anónimo dijo...

32??. bueno, no está tan mal

Anónimo dijo...

no me convenció del todo el final.

Anónimo dijo...

No me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Mis queridos chicos de la nueva generación: son aburridos y escriben mal. Lo cual no es grave. Porque nadie nace aprendiendo. Lo preocupante es la pedantería. Así no van a aprender nunca.

Unknown dijo...

che!!
que una pija es una pija
sea de escritor o de broker, marineta.

Inconmensurable, E!

Anónimo dijo...

¡Quiero la tinta de esos muchachos!
¡Qué yo trabajo en negro!
¡Y tengo aspiraciones literarias!

ajsoifer dijo...

jajaja me cagué de la risa.

Gusmán arde si ve este relato.

Anónimo dijo...

Elemental, leo el diario y como no tengo tu novela (sólo 32?) ni la antología en la que escribís vos, esperaba con ansias y, para ser sincera, estoy desilusionada. Me pareció que todo el relato esaba en función de la última y preconcebida frase, y al verdad que me se me hizo tristemente previsible. De todas maneras mi elogio y reconocimiento al otro blog, ánimo y fuerzas para éste -no sólo de sonias vive el lector- y mi merecido post reconocimiento, aunque bueno, como de posts nunca vivirá un escritor, no te perturbes por eso: que alguien se detenga a leer lo que escribís, aunque no comente nada, es un halago; si con éste llegaras a arrancar sonrisas o reflexiones, pero no palabras, no te frustres.
Buenos augurios para el blog!

Elemental dijo...

Respondo en general.
Gracias a los que les gustó, y gracias también a los que no.
Al escribir bajo el amparo de los blogs, me permito postear lo que no publicaría en papel impreso -vaya uno a saber por qué ese respeto sacramental por el objeto libro-, experimento tonos, veo hasta dónde puedo llegar con ciertas cosas, cuándo se ofende el lector.
En ese sentido, todas las opiniones me orientan, así que, en serio, gracias.
Y a quien no leyó mi novela, le digo: no te perdiste de nada.

Anónimo dijo...

Vos decis que el semen propio sí se ve?

Anónimo dijo...

Muy bueno! me gustó eso de que será que hay tan pocos lectores porque hay muchos escritores. Y lo del deseo de la mina...un deseo que más allá de lo sexual (selectivo: los escritores) iba hacia la escritura, y la imposibilidad de eso.