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Autores y temas en danza

viernes, 24 de agosto de 2007

Mi última cita (1)

por El Libanés


I – Las cosas de mi analista

Mi analista conocía a una chica que estaba buscando trabajo y pensó que yo podía ayudarla, así que me dio su mail y le pasó el mío. De la chica sólo sabía el nombre: Selene. Como pasaban los días sin recibir mail de ella, a la semana le escribí para pedirle mayor información, algo que me orientase en su “búsqueda laboral”, como si yo fuese una consultora y no un miserable corrector encerrado en una miserable editorial perdida en el centro mismo de las editoriales miserables. No tuve respuesta y me olvidé del asunto.

Un sábado estaba comprando en la verdulería, cuando sonó mi celular. La voz de mi analista me recordó problemas en los que no quería pensar un sábado soleado, frente a los tomates perita y la lechuga morada. El sábado soy un hombre feliz. El hombre preocupado trabaja sólo de lunes a jueves. Y el viernes ya se prepara en mí la felicidad, esa trampa, esa máscara invisible. Así, mi semana es un vaivén en que la soledad y ciertos ritos propios de la soledad hacen lo suyo. Pero mi analista volvía a pedirme la dirección de mail porque, según dijo, Selene no podía contactarse conmigo. Antes de deletrear dos veces la maldita dirección, le pregunté quién era en verdad esta chica, por qué la insistencia, el apuro. Pensé: por qué mi analista me llamaba un sábado al celular sin tener nada importante en relación a “mi terapia”, “mi caso”, “mi problema”, “mi asunto”. Ella sólo dijo “Selene vale la pena, es una chica encantadora”. Y como mi analista es la personificación de Julio Medem y de Vila-Matas, mi Jesucristo espiritual, mi Macaya Márquez pero con pollera y sin esas corbatas tan rimbombantes, le dije “bueno, Luisa, decile que me escriba”.

Y el lunes Selene me escribió, bajo el asunto “con Luisa de por medio”, un mail simpático en el que adjuntaba su cv (Selene Maribel González, 24 años, estudiante de cine; sin foto). Mientras leía, noté un interés difuso, un aire de interés, marginado por cosas tales como “la literatura, el mundo del diseño, la publicidad, la televisión, el arte”. Por un momento me sentí uno de esos hombres bien vestidos, sentado en mi despacho de Puerto Madero, con las piernas sobre el escritorio, capaz de conseguir un trabajo con sólo apretar un botón. “Selene, ¿querés entrar en el mundo laboral que late en las expresiones artísticas? Selene ¿querés conseguir un puesto de diseñadora gráfica en el Diario Más Importante? ¿Y algo en Venezuela? ¿En New York? Tus pedidos son órdenes, preciosa”. Y entonces me vi apretando un botón en el intercomunicador de llamadas, y una secretaría, o mejor dicho el culo de una secretaría, entraba a mi despacho con la amabilidad y la predisposición de ciertos culos perfectos, a garantizar el trabajo para esta pobre niña desamparada. Palmadita de rigor y a otra cosa. Pero en ese momento mi jefe me recordó una pila de doscientas treinta y cinco hojas ansiosas de recibir mis correcciones. Correcciones de pauta: acentos en los mayúsculas, negritas, itálicas.

3 comentarios:

Alicia R. dijo...

Es triste la vida del pobre...;-)

marina dijo...

yo quiero saber qué pasó al final con selene! me dejaste en la mitad de la cosa ese día en el asado... la vas a seguir, no?
muy bueno

Divan dijo...

Quiero ya saber como sigue la cosa.
Me re enganché!
Saludos,