por El Libanés
viene de acá.
2 – Escribo mails
En el primer mail que le escribí a Selene le ofrecía acercarle su cv a mi jefe y probar suerte por ahí. Cualquier otra cosa que supiera iba a mantenerla al tanto. Y con respecto a su deseo de conocer nuevos ámbitos, nueva gente relacionada con el arte, le ofrecía mi servicio gratuito de asesoramiento artístico + sensibilidad cultural + amistad incondicional + críticas actualizadas con calificación libanesa incluida (“un libanés sobre cinco, mejor quedate en tu casa leyendo la Viva”). Una mezcla de la Agenda de la Ñ con la guía del circuito gay de San Telmo. ¿Querés conocer el mejor teatro under del Abasto? ¿Querés ver la mejor película mejicana de la nueva generación? ¿Querés ir a una esquina de Villa Crespo y seguir corriendo a un tipo vestido de conejo que te lleva a una casa tomada donde la obra “sucede” en todos los ambientes, y todo es oscuro, peligroso, excitante a la vez?
Selene respondió en el mismo día un mail larguísimo en el que pedía conocer más cosas de mí: dado que yo sabía hasta el nombre de su colegio primario, no podía menos que pasarle mi cv -dijo- “al menos de un modo sui generis”. El trabajo me deja esos tiempos muertos, entre un cierre y otro, en el que sólo puedo escribir mails. Escribir y releer lo que escribo. Escribir mails y corregirlos. Leer varias veces los mails que recibo, el asunto, la hora en que los recibo, calcular cuánto tiempo demora, por ejemplo Selene, en responder mi mail del cv. Organizar carpetas por destinatarios y asuntos. Una hora y dos minutos y nada. El cierre de una obra importante terminó conmigo: a las seis de
Me encerré en el baño. Espejito espejito decime quién es el tipo más tranquilo, más cool, más buena onda, el mejor poeta, el mejor delantero y el temor de los arqueros de fútbol cinco, el hombre que puede derretir a cualquier mujer con sus poemas pornográficos. Y el espejito, la voz nítida de espejo joven, dijo: “Mairal, ese es Pedro Mairal”.
Mi jefe recibió con gusto el cv de mi nueva amiga de taller literario: “una piba muy capaz que necesita algo urgente, si te enterás de algo…”. Para convencer a mi jefe hay sólo dos opciones: que Independiente haya ganado o que la chica en cuestión “esté buena”, algo que no sabía aún, pero podía inventar. “Sí, está buena, unas tetas…”. Y con la compañía de Buenas Tetas en mi cabecita, aquella tarde gris, nubladísima, volví del trabajo a casa para hacer las cosas que uno hace después de un largo día de trabajo, tras haber conocido, al menos imaginariamente, a Buenas Tetas, una chica de lo más encantadora. Su corpiño verde. Los breteles de su corpiño. Hacerlo con Buena Tetas en el ascensor de
Al día siguiente Selene respondió: “Libanés, turco, cómo te habrán jodido con eso en el Mariano Acosta, el turco y sus camellos, turquito … Antes que nada, gracias por lo del CV. Yo también espero que haya suerte. De verdad. Pero si no, valió el intento”. Y después empezó el intercambio. Literario: Nieve, de M. Fermine (5 libaneses); Seda, de Baricco (nuestro caballito de batalla cuando se trata de conquistar a una mujer –antes de que salieran los porno sonetos de Pedro, claro). Musical, la primera coincidencia: Lisandro Aristimuño. Uno a cero, definición exquisita. Y ella, en otro mail, me envió una imagen que anunciaba un recital de Aristimuño, el viernes siguiente, en Niceto.
1 comentario:
Impecable Libanés la descripción...al final somos todos iguales, el espejo siempre contesta que es otro/a.
Buena coincidencia Aristimuño.
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